La fotografía callejera tiene una magia y un poder impresionante. Me apasiona en todas las formas.
Tiene la capacidad de hacer de lo cotidiano, un instante donde se puede parar, y se puede observar lo maravilloso que transcurre, en el movimiento o en la quietud que pocos parecen percibir.
La fotografía de calle, nos interpela y nos pone en el lugar de ser vistos, porque la gente que es fotografiada se puede convertir en uno mismo, la situación de vida que está ocurriendo, puede convertirse una y mil veces en nuestras situaciones de vida, e indudablemente eso nos interpela, nos sorprende, nos alegra o entristece, nos hace admirar y prestarle el tiempo y la atención que en la vida real no solemos entregar.
Les comparto parte de esta mirada que me pertenece y que le pertenece a cada una de las personas o situaciones a las que fotografié.
En blanco y negro
El blanco y negro siempre tiene potencia. No deja lugar a lo insignificante. Todo habla en una fotografía en blanco y negro.
Si la fotografía callejera ya es en sí misma una fotografía provocadora, fuerte, que llega a la fibra de nuestros sentimientos, que nos hace percibir la realidad en la que vivimos desde otra visión, la visión del fotógrafo, pero que también muchas veces se hace nuestra visión, si conectamos unos con otros, ya que cuando uno elige hacer click, desde dónde, eligiendo captar una cosa y descartar otra, de alguna manera está imprimiendo sentimientos y está dando un mensaje. Conectar con sentimentos y con mensajes nacidos de ellos, siempre es una hermosa experiencia.